Autismo y Microbiota: El Intestino como Segundo Cerebro
- Jesus Gomez Frye
- hace 1 día
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En los últimos años, ha crecido el interés científico y social por comprender el autismo desde una perspectiva más amplia e integral. Uno de los enfoques emergentes en esta línea es el estudio de la microbiota intestinal y su influencia en el desarrollo neurológico. La idea del intestino como un "segundo cerebro" no es una metáfora vacía: se basa en la compleja interacción entre el sistema nervioso entérico, el sistema inmune y los billones de microorganismos que habitan en nuestro tracto digestivo. Esta entrada explora la relación entre el autismo y la microbiota, con respaldo de evidencia científica actual.
El eje intestino-cerebro: una conexión biológica real
El eje intestino-cerebro es un sistema de comunicación bidireccional que conecta el sistema nervioso central con el sistema nervioso entérico. A través de vías neuronales (como el nervio vago), hormonales, inmunológicas y metabólicas, el intestino puede influir directamente sobre el cerebro.
Esta comunicación incluye la producción de neurotransmisores (como la serotonina, de la cual más del 90% se produce en el intestino), así como la liberación de citocinas y metabolitos que modulan la función cerebral. La microbiota intestinal, compuesta por miles de especies bacterianas, fúngicas y virales, desempeña un papel crucial en este eje.

Numerosos estudios han demostrado que las alteraciones en la microbiota intestinal pueden tener un impacto significativo en la función cerebral, el comportamiento y el estado emocional. Según un artículo publicado en Nature Microbiology (Sharon et al., 2019), la microbiota intestinal puede influir en la expresión de genes relacionados con la sinapsis y la neurogénesis. En modelos animales, la transferencia de microbiota de personas autistas a ratones libres de gérmenes indujo comportamientos similares al autismo, lo que sugiere un vínculo causal. Este hallazgo abre la puerta a pensar que el entorno microbiano podría estar implicado no solo en la manifestación de síntomas sino también en el origen del autismo.
Alteraciones gastrointestinales en personas autistas
Diversos estudios clínicos han documentado que muchas personas con autismo presentan síntomas gastrointestinales como estreñimiento, diarrea, dolor abdominal e intolerancias alimentarias. Estos síntomas, además de generar incomodidad física, pueden tener un impacto profundo en la conducta y en la interacción social.

Una revisión sistemática publicada en Pediatrics (McElhanon et al., 2014) encontró que los niños autistas tienen tres veces más probabilidades de sufrir problemas gastrointestinales en comparación con sus pares neurotípicos. Estas manifestaciones no solo afectan la calidad de vida, sino que también podrían estar relacionadas con alteraciones conductuales.
Algunos investigadores sugieren que los síntomas intestinales pueden exacerbar el estrés, la ansiedad y los comportamientos repetitivos en personas autistas, lo que plantea la hipótesis de que tratar el sistema digestivo podría aliviar también los síntomas centrales del autismo.
La microbiota de las personas autistas: ¿Qué nos dice la ciencia?
El perfil de la microbiota intestinal en personas autistas difiere del de las personas neurotípicas. Investigaciones han encontrado un menor nivel de diversidad microbiana y un desequilibrio en la proporción de ciertas bacterias, como una reducción de Bifidobacterium, Lactobacillus y un aumento de Clostridium, Desulfovibrio y Sutterella. Estos cambios podrían afectar la producción de metabolitos clave como los ácidos grasos de cadena corta (SCFA), incluyendo el butirato, que tiene propiedades antiinflamatorias y neuroprotectoras.

Además, ciertas especies bacterianas presentes en mayor cantidad en personas autistas están asociadas con la producción de compuestos neuroactivos como el ácido p-cresol, que puede interferir en la señalización neurológica y en la permeabilidad intestinal, generando lo que se conoce como "intestino permeable" o "leaky gut". Esta condición puede permitir el paso de toxinas al torrente sanguíneo, activando respuestas inmunológicas que a su vez podrían afectar al sistema nervioso central.
Un estudio publicado en Cell (Kang et al., 2017) mostró que un tratamiento experimental de trasplante de microbiota fecal mejoró tanto los síntomas gastrointestinales como algunos síntomas conductuales en niños con autismo, con efectos sostenidos a largo plazo. Aunque estos hallazgos son prometedores, aún se requieren estudios más amplios y controlados para confirmar la eficacia y seguridad de estas intervenciones. También es necesario entender mejor qué combinaciones microbianas son más beneficiosas y cómo pueden individualizarse según el perfil de cada paciente.
El papel de la dieta y los probióticos
Dado que la microbiota intestinal se ve influenciada por la alimentación, algunos investigadores han explorado cómo ciertas dietas pueden beneficiar a personas autistas. Las dietas libres de gluten y caseína, aunque controversiales, han mostrado mejoras en algunos casos. Sin embargo, la evidencia es limitada y no concluyente, en parte debido a la heterogeneidad del autismo y a las diferencias individuales en la respuesta alimentaria.
Por otro lado, los probióticos (microorganismos vivos que, administrados en cantidades adecuadas, confieren beneficios a la salud) podrían ayudar a restaurar el equilibrio microbiano. Un metaanálisis reciente publicado en Nutrients (Sanctuary et al., 2022) sugiere que el uso de probióticos podría mejorar algunos síntomas gastrointestinales y de comportamiento en personas autistas, aunque los resultados son preliminares. Asimismo, algunos estudios están comenzando a analizar el efecto de los prebióticos (fibras no digeribles que alimentan a las bacterias beneficiosas) y simbióticos (combinaciones de probióticos y prebióticos) con resultados alentadores.
Conclusiones
La relación entre el autismo y la microbiota intestinal representa un campo de estudio fascinante y prometedor, que puede aportar nuevas perspectivas para la comprensión y el tratamiento del autismo. Aunque todavía estamos lejos de tener respuestas definitivas, los estudios actuales nos invitan a considerar al intestino no solo como un órgano digestivo, sino como un actor clave en la salud cerebral y emocional.
En este contexto, adoptar un enfoque integrador que incluya la salud intestinal como parte del cuidado integral de las personas autistas podría ser un paso importante hacia una mejor calidad de vida. Esto implica no solo atender los síntomas gastrointestinales con tratamientos adecuados, sino también considerar intervenciones dietéticas, probióticas y de regulación del estrés como parte de un abordaje holístico.
La ciencia continúa avanzando, y con ella, la posibilidad de construir una visión más comprensiva y personalizada del autismo, que contemple la interrelación entre cuerpo y mente, entre microbiota y comportamiento, entre el primer y el segundo cerebro.
Referencias
· Sharon, G., Cruz, N. J., Kang, D. W., et al. (2019). Human Gut Microbiota from Autism Spectrum Disorder Promote Behavioral Symptoms in Mice. Nature Microbiology, 4, 194–204.
· McElhanon, B. O., McCracken, C., Karpen, S., & Sharp, W. G. (2014). Gastrointestinal Symptoms in Autism Spectrum Disorder: A Meta-analysis. Pediatrics, 133(5), 872–883.
· Kang, D. W., Adams, J. B., Gregory, A. C., et al. (2017). Microbiota Transfer Therapy Alters Gut Ecosystem and Improves Gastrointestinal and Autism Symptoms: An Open-label Study. Microbiome, 5(1), 10.
· Sanctuary, M. R., Kain, J. N., Angkustsiri, K., & German, J. B. (2022). Dietary Interventions for Autism Spectrum Disorder. Nutrients, 14(4), 784.
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